La igualdad de género no es sólo algo específico o puntual como se ha venido entendiendo, un asunto sólo para mujeres o de mujeres. La igualdad de género implica cambios en las estructuras mentales, en la cultura patriarcal que durante siglos ha prevalecido, esto implica sobre todo una transformación de la masculinidad, una transformación de la forma en que entendemos cómo las mujeres y los hombres colaboramos e impulsamos las transformaciones para construir una sociedad mejor.
Sin duda la pandemia del COVID 19 podría revertir los escasos avances que se habían logrado, la pandemia ha revelado con mayor crudeza las desigualdades que ya existen y las condiciones de vulnerabilidad de las niñas y las mujeres en México y en América Latina, se ha incrementado la violencia intrafamiliar, la desatención a las niñas y niños y a las necesidades de la familia, se han incrementado las brechas de desigualdad hacia los grupos más vulnerables, los más desprotegidos, los más pobres son los que han tenido un impacto negativo en educación, en salud, en alimentación y en vivienda.
Las mujeres en América Latina y en México hemos llegado a un hartazgo de discursos y en generar leyes pero no los mecanismos que permitan que estas funcionen, lo que vemos son acciones por el día internacional de la mujer, por el día de la no violencia, pero son acciones intermitentes y no acciones que lleven a una sacudida social permanente en la construcción de políticas para transformar la cultura patriarcal y avanzar hacia una verdadera igualdad de genero.
Por poner un ejemplo, en México 60% de las mujeres trabajan en la informalidad, durante la pandemia la participación económica de las mujeres disminuyó del 45 al 41% hasta febrero de este año, en otras economías el 56%, sin embargo incorporar a las mujeres a la economía formal haría crecer el PIB un 15%, las mujeres son el 52% de la matrícula de educación superior y 50% de la población con posgrado, si el desarrollo sostenible depende del talento, del conocimiento que genere mayor valor agregado, la igualdad de género es imprescindible no sólo como derecho humano esencial sino como una verdadera exigencia económica del desarrollo sustentable que además sea reparador de la parte ética, moral y humana a la que hemos estado sometidos.
La igualdad de género es un trabajo partiendo desde la solidaridad, darnos cuenta del problema en el que estamos es un trabajo de construcción colaborativo, un trabajo de construcción de un verdadero compromiso, es decir, un compromiso directo para mejorar condiciones en general, partiendo de la empatía y equidad.
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